Un año después, L’Alcúdia volvió a enmudecer. La emoción se instauró este pasado fin de semana cuando se homenajeó el aniversario del fallecimiento de Andreu Martínez. El Estadio Municipal de Atletismo recibió el nombre del que fue primer atleta olímpico de la localidad.
En la jornada de sábado, el viento de levante imperó con coraje y valentía. Las banderas ondearon con fuerza como muestra de orgullo y honra. 364 días habían transcurrido ya desde aquel fatídico 25 de julio de 2015. Una larga enfermedad acababa nuevamente con una de las mayores proyecciones del atletismo español. Con tan solo 37 años, se enfrentaba desgraciadamente con el peor adversario que podía haber, la muerte.
Amante del deporte y competitivo como nadie, se consagró como uno de los mejores atletas del mundo. Siempre de la mano de su familia y entrenador, Toni Puig, consiguió lo que siempre había ansiado, triunfar. Tras empezar con diez años en el Club de Atletismo de L’Alcúdia, Algemesí i Guadassuar, fichó por el Club Atletismo Playas de Castellón. Con 20 años, vivió su momento más pletórico.
En 1998 formó parte del relevo 4×400 junto a Antonio Andrés, Carlos Trull y David Canal, que le dieron a la selección española la medalla de bronce en el Campeonato de Europa de Budapest. Cumplido con ello su gran sueño, dejó el atletismo profesional para siempre.
En 2012, su vida cambió. La tristeza y preocupación se consolidó en el entorno del atleta alcudiano cuando se confirmó la noticia. Los tres años de lucha diaria no pudieron acabar con la grave enfermedad que acabó con él. Conocido con el cariñoso mote de “Cara Pechuga”, tomó la enfermedad como una auténtica prueba de superación.
A pesar de tan duro revés, empezó a competir en ciclismo de montaña. Alternando su enfermedad con el deporte, se empeñó y consiguió participar en una de las rutas más duras y competitivas del mundo, la ruta Transpyr. Fue en este momento cuando tuvo que poner el definitivo punto y final a toda una carrera de éxito.
El esfuerzo, ilusión, trabajo y honestidad que definían a Andreu le permitieron alcanzar la cima de la humildad. Ayer fue su día. Con un acto sencillo y emotivo, su pueblo despidió definitivamente a su estrella. Cerca de 300 personas aplaudieron con fuerza y orgullo a su auténtico héroe.