El grito de rabia de Mónica Merenciano | Yo soy noticia

La judoca FER nacida en Llíria hace 32 años Mónica Merenciano afronta su cuarta comparecencia paralímpica en su categoría de peso, menos de 57 kg, y de discapacidad visual, B2. Como persona, un ejemplo de generosidad y sensibilidad. Como judoca, carácter indómito. Para Mónica, su presencia en los Juegos de Río es como un grito de rabia y de desahogo. Como una reivindicación. Como un auto homenaje después de tanto sufrimiento.

De entre todas las pesadillas que puede sufrir un deportista, hay una que genera especial frustración e impotencia. Más, incluso, que las derrotas. Viene impuesta por factores externos y por razones ajenas a la voluntad de uno mismo. Es el fantasma de las lesiones. Hasta tres intervenciones quirúrgicas ha sufrido la judoca del Proyecto FER en el último año. En julio de 2015 fue operada del pie izquierdo. En enero de 2016 volvió a ser intervenida del pie y, además, pasó por el quirófano para sanar una lesión que padecía en el hombro derecho. Ahora, tras casi diez meses en blanco (no compite desde noviembre), la deportista edetana celebra haber llegado a tiempo para disputar sus cuartos Juegos Paralímpicos.

“Solo el hecho de estar aquí ya es para mí un triunfo”, comenta Mónica.

Paralímpiada de Pekín 2008 Mónica Merenciano en combate de judo

Paralímpiada de Pekín 2008 Mónica Merenciano en combate de judo

Mónica la dulce, la que es capaz de adoptar un perro invidente, Mónica la sensible, la que es todo corazón y amabilidad, Mónica la estudiosa, la que lleva en su equipaje de mano una chuleta con las características de sus posibles rivales, se convierte en Mónica la indómita en el tatami, y en Mónica la ambiciosa. “Ya está de bien de bronces, ya es momento de ser más original y subir un escalón en el podio ¿no?”, expresa, con una sonrisa, la judoca FER. Porque, aunque sus prestaciones son una incógnita tras casi un año de barbecho competitivo, la deportista edetana es inconformista y no renuncia a mejorar los tres bronces consecutivos alcanzados en Atenas 2004, Pekín 2008 y Londres 2012.

“Ya está de bien de bronces, ya es momento de ser más original y subir un escalón en el podio ¿no?”

Pase lo que pase en el pabellón carioca, el resultado que consiga en Río no será uno más de su extensísima y dilatada carrera deportiva. Primero, por la grandeza, la trascendencia y el simbolismo que entrañan unos Juegos Paralímpicos. Y después, porque pueden ser los últimos Juegos que afronte. “No lo he decidido todavía, lo haré cuando regrese a casa y lo analice tranquilamente”, comenta Mónica Merenciano. Como siempre, con suavidad, con dulzura. Las que hoy sacrificará cuando salte al tatami en sus cuartos Juegos. Casi nada.

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