Mónica Merenciano roza el bronce en Río

La encargada de merodear la gloria fue Mónica Merenciano, judoca nacida en Llíria hace 32 años. Desafió a las leyes de la lógica. Retó a las teorías más pesimistas, aquellas que la alejaban de las medallas tras casi un año de barbecho competitivo y después de pasar tres veces por el quirófano durante los últimos 14 meses. Al final, se quedó acariciando la medalla de bronce, el mismo metal que ya se había colgado en Atenas 2004, en Pekín 2008 y en Londres 2012.

Aunque la efervescencia y la emoción inherentes a unos Juegos Paralímpicos aspiren a compensar o, cuanto menos, a minimizar las taras físicas, no siempre los deseos pueden mitigar las desventajas corporales. La judoca FER Mónica Merenciano había aterrizado en Río 2016, sus cuartos Juegos, con la mejor de sus intenciones y con el más optimista de sus talantes. En el fondo, sin embargo, era consciente de que, víctima de tantos contratiempos físicos, su preparación había resultado precaria e insuficiente. Con todo, no desentonó en absoluto.

La judoca valenciana caía derrotada en el primer combate, ronda de cuartos de final, ante una rival coreana. El oro y la plata se habían difuminado. Quedaba una vía abierta. La del bronce. No es Merenciano una deportista que se descomponga con facilidad. Y más, con la presencia de madre en las gradas del Arena Carioca 1. Su dulzura personal se transforma en fiereza en el tatami. Así ocurrió en el combate de repesca frente a una oponente húngara, a la que la judoca FER venció con dos waza ari.

Quedaba el último obstáculo. Y era asiático, la nipona Hirose. Visto así, se imponía, cuanto menos, el escepticismo. Fue una pelea intensa, frenética, igualada, sin concesiones, que se resolvió a falta de 1 minuto para su conclusión. La judoca japonesa inmovilizó a Mónica y se impuso por ippon.

Golpe de realismo y crueldad para la deportista de Llíria. Una decepción inasumible para la valenciana, que abandonó el tatami con lágrimas en los ojos. Desolada, inconsolable. Sin entender por qué no había abrazado el premio que tanto había perseguido en su particular carrera contra el reloj durante los últimos meses. Y con una incontenible sensación de vacío y melancolía por si la de ayer ha sido su última presencia en unos Juegos.

SIN SUERTE EN LA NATACIÓN NI EN EL FÚTBOL

Tampoco hubo suerte ni en el ciclismo ni en el fútbol para ciegos. Con respecto al deporte de las dos ruedas, Maurice Eckhard, otro ilustre veterano del Proyecto FER, debutó ayer en estos Juegos de Río. El ciclista afincado en Paterna tomó parte en su única comparecencia en el velódromo carioca. Maurice disputó la modalidad de persecución individual de 3km.

No pudo superar las eliminatorias matinales. En realidad, la clasificación para la lucha por las medallas estaba carísima. De los 12 participantes en las series preliminares de la mañana, solo los cuatro mejores tiempos accedían a la lucha por las medallas en la sesión vespertina. Maurice logró el séptimo registro. La siguiente ocasión en que el ciclista FER vuelva a competir en Río ya será sobre la carretera. En concreto, el miércoles 14 con motivo de la contrarreloj individual de la categoría MC2, especialidad en la que fue bronce en Londres 2014 y en la que aspira a colgarse otra medalla

Por lo demás, ayer arrancó el torneo de fútbol para ciegos. Recuperada para la competición tras la exclusión de Rusia por razones de dopaje, la selección española, en la que figuran los FER José Luis Giera y Sergio Alamar, debutó con derrota ante China por 0-1. Ya sin margen de error, el combinado nacional, bronce en los Juegos de Londres 2012, todavía ha de enfrentarse a Argentina (mañana domingo) y a México (martes 13).

A la conclusión de la liguilla, los dos primeros clasificados acceden a las semifinales. Por último, esta pasada madrugada, el nadador valenciano José Antonio Marí disputaba la final de los 400m libres S9, final a la que el deportista FER había llegado con la quinta mejor marca y en la que aspiraba al podio.