Un almuerzo, una apuesta y un club que celebrará los 30 años | Yo soy noticia


El voleibol es uno de los muchos deportes que en la actualidad de la Comunitat Valenciana gozan de una gran salud. Es cierto que el protagonismo recae sobre el Club Voleibol Valencia si hablamos de la élite gracias a su clasificación a la fase de ascenso a la Superliga y a la permanencia de su equipo en la Superliga Femenina 2. Pero también hay muchos equipos que han logrado sus objetivos o que han peleado hasta el final, como el caso del Mediterráneo de Castellón.

Además, a nivel federativo, el voleibol también sigue dando pasos hacia adelante. De hecho, una de las grandes noticias que hemos recibido en los últimos días es que la fase de ascenso a la Superliga masculina se va a celebrar en la ciudad de València. Además, la Federación de Voleibol de la Comunitat Valenciana ha incorporado savia nueva a su staff técnico para seguir mejorando.

València acogerá la fase de ascenso a la Superliga de voleibol

Pero lo que está claro es que el tejido social del voleibol valenciano está más fuerte que nunca. Uno de los casos más claros lo encontramos en Picassent. Allí, el club de voleibol de la localidad está cerca de cumplir 30 años y lo hará en su mejor momento. Y todo, surgido de un almuerzo y una apuesta. Repasamos el estado de forma y cómo es la vida del Club Voleibol Picassent con su presidente, Guillermo Hervás.

Me dijeron que si sacaba un equipo me daban la pista completa

Como todo en la vida, iniciar un proyecto de la nada siempre es complicado. Y más si tenemos en cuenta que hasta hace no mucho tiempo, parecía que todos los focos estaban reservados a practicar fútbol o como mucho baloncesto. Pero Guillermo Hervás era un apasionado del voleibol y, casi sin ser consciente, lideró la creación del CV Picassent en un almuerzo.

De hecho, el propio Hervás cuenta que todo surgió por una apuesta: «El único que jugaba a voleibol era yo. Y un día almorzando me encontré con el gerente del polideportivo. Nos conocíamos de vista y le propuse introducir el voleibol. Me dijo que estaba loco y que era imposible. Aunque hicimos como una apuesta: me cedieron media pista de tenis y me dijeron que si era capaz de sacar un equipo para el año siguiente, me dejaban la pista completa».

Hervás, con 19-20 años, se tomó muy en serio el reto y al poco tiempo salió vencedor: «Empecé a recopilar gente llamando a amigos y amigas. Comenzamos a entrenar y al año siguiente conseguimos federar ya un equipo masculino y otro femenino. Ese mismo verano montamos el club a nivel legal y creamos los estatutos. Eso sí, ellos no habían jugado nunca. Fue un poco locura todo«.

Un grupo de amigos que no había jugado a voleibol en su vida y Guillermo, el único que lo practicó antes de todo, habían dado vida a un club. Y eso que el proceso de inscripción no fue tarea sencilla: «Algunos de nuestros padres habían estado en diferentes asociaciones y gracias a ellos pudimos recopilar un poco de información. También preguntamos en Federación para ver qué hacía falta. Nos fueron guiando para saber dónde teníamos que ir, qué necesitamos a nivel estructural… Lo piensas ahora y fue todo una locura».

De un almuerzo a necesitar una instalación nueva

Desde aquel grupo de amigos y de aquella apuesta con sabor a locura, el CV Picassent no ha hecho más que crecer. Sin ir más lejos, el propio club ha derribado la puerta ante los problemas de las instalaciones: «En Picassent hemos tenido el problema de pistas. No había suficiente instalación para tanto deporte. Competíamos solo dos equipos senior porque entrenábamos al aire libre y en una pista de tenis que teníamos que montar y desmontar».

Afortunadamente, el equipo pudo cambiar de ubicación tras una propuesta del ayuntamiento y ahí se produjo el despegue definitivo: «Hace unos 10 años hicieron un pabellón un poco más grande que los estándar. Entraba una pista de voleibol y el ayuntamiento nos ofreció ir. Cogimos el pabellón y en 10 años es cuando hemos crecido. De dos equipos que hemos tenido toda la vida a tener equipos femeninos en todas las categorías y en la parte masculina posiblemente podamos sacar un infantil, un juvenil y un senior».

La aparición de las Redes Sociales y el boca a boca, los impulsos definitivos: «Fuimos entrando en las redes sociales y nos ayudaron a crecer. También coincidió que mis hijos estaban por aquel entonces en el colegio y teníamos acceso a más niños. Y pasamos de buscar a gente a que nos busquen a nosotros. Este año se han incorporado unas 20 personas al club y nos han buscado ellos. Estamos en redes sociales, pero son ellos los que encuentran el voleibol en Picassent».

Cada vez que hemos vuelto, la gente ha cumplido

Más de un año de que se instaurara el Estado de Alarma por la pandemia de la COVID-19, huelga decir la dificultad por la que todos y todas hemos pasado, incluidos evidentemente los equipos de la Comunitat Valenciana. Por suerte, el tejido social que rodea al conjunto de Picassent ha respondido en cuanto ha podido.

Sin ir más lejos, Guillermo Hervás reconoce que pese a todas las dificultades, el número de gente ha aumentado: «Ha sido complicado a nivel de continuidad. Siempre que paras te preguntas si seguirán o no los niños. Después de verano, mucha gente ha perdido las ganas de competir, de estar en grupo… Eso sí se ha notado. Siempre quedaba esa duda. Lo positivo es que cada vez que hemos vuelto, la gente ha cumplido y hemos aumentado en número. En este caso nos ha ido bien, pero ha sido muy duro».

Superada casi al cien por cien la pandemia y con dos años todavía por delante hasta que lleguen los 30, la salud del CV Picassent es muy buena. Eso sí, la problemática de las instalaciones podría reaparecer: «Si sigue entrando gente volveremos al mismo problema. A ver si llega el pabellón nuevo y nos dan una salida. Si no, será complicado seguir creciendo aunque haya demanda. No podríamos aceptar a más gente si no pueden entrenar».

Lo que está claro es que la apuesta que ganó Guillermo Hervás ha echado muy buenas raíces en la localidad valenciana. De hecho, el CV Picassent fue pionero con la celebración de un torneo de 24 horas de voleibol en el que profesionales de División de Honor se mezclaban con aficionados para disfrutar de una fiesta del deporte que se repitió hasta en 20 ediciones.

Un club y una familia que no paran de crecer.

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