¿Cómo ser un buen entrenador de fútbol base? | Yo soy noticia


Hace ya mucho tiempo que el fútbol 8 y fútbol 11 de las Escuelas, y sus diferentes protagonistas tanto sobre el césped como en los banquillos y despachos, salió del anonimato.

Hoy en día no es extraño encontrar infinidad de publicaciones digitales centradas casi exclusivamente en lo que ocurre en el fútbol base, y la figura de los padres (en muchas ocasiones por su mal comportamiento) todavía ha atraído más interés hacia un ámbito muy profundo y lleno de matices.

Para conocer más de este contexto, saber cómo viven el trabajo con los más jóvenes diferentes entrenadores de distintas generaciones, Yosoynoticia.es para el balón y escucha a Raúl Garrido, Paco Molina, Sergio Almenara, Sergio Lozano y Bernabé Herráez.

¿Cómo ven ellos la figura del responsable de un equipo o departamento de fútbol base? ¿Qué aspectos hay que tener en consideración cuando se trata de encarar esta labor con los más jóvenes?

Temas que cobran máxima vigencia ahora que finaliza agosto y que la consiguiente vuelta al trabajo con los equipos está a la vuelta de la esquina. El fútbol base se despereza tras el letargo vacacional, y esto es lo que nos cuentan sobre él 5 protagonistas de mucho calado.

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Sergio Lozano y el arte de entrenar a futbolistas en etapas de formación

Lo primero que desean destacar todos los entrevistados es que no hay una fórmula secreta, un denominador común que sirva para triunfar en el fútbol base.

Lo que a uno le sirve puede que a otro no, y cada uno ve este ámbito de una forma muy personal aunque compartiendo muchas similitudes en lo que a locura vocacional se refiere por trabajar con los más jóvenes.

Sergio es un caso claro de adicto al fútbol, un enfermo que lo vive y siente en su cabeza las 24 horas del día y que tras hacer historia con el Juvenil B del Huracán Valencia, encontró la oportunidad en la cantera del Valencia CF.

Allí tuvo mucho peso en desarrollar a los talentos enrolados en el Proyecto Wanda, y además dirigió a perlas como Kangin Lee o Nabil Touaizi antes de aceptar la propuesta de la Academia del Columbus Crew SC de la MLS.

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Del trabajo con los jugadores jóvenes en etapas de formación destaca en ellos su “pasión por lo inmediato. Representan la esencia más pura del fútbol, desean ser mejor que ayer y sobre todo ser mejor que el equipo contra el que hoy jugarán. Por eso ellos merecen nuestra mejor versión”.

Sergio habla de disfrutar del “proceso maravilloso que supone ver como un grupo de individuos jóvenes y enérgicos se van convirtiendo poco a poco en un equipo cohesionado en emoción, acción, espacio y tiempo”. Una realidad que requiere del entrenador, “además de exigirle un conocimiento del juego, también un corazón abierto, una mente despejada y una gran curiosidad sobre el espíritu del niño o niña”.

Como todos sus colegas, sabe que el compromiso de los entrenadores de jugadores en etapas de formación no es para con el éxito. Eso se desvanece en apenas dos segundos después de haberlo conseguido.

Para ellos la búsqueda, construcción, su desarrollo y posterior reflexión es lo que da sentido a su profesión”, resalta el joven entrenador valenciano que reside en Estados Unidos.

Él prefiere quitarle hierro a la figura del responsable del banquillo, porque al final se trata de “aceptar, respetar y admirar al jugador como elemento protagonista en el juego. La aceptación de uno mismo como un gran elemento facilitador de procesos de potenciación, ayuda, desequilibrio o guía a través de un juego maravilloso que apenas llegamos a entender o controlar”.

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A la postre, “el buen entrenador es de naturaleza libre y noble. Necesitan respeto, confianza y reconocimiento”, apunta Sergio, que prefiere enfocar sus energías en cómo influir altamente en el desarrollo del juego durante el entrenamiento desde la sencillez, el respeto a la lógica del fútbol y al futbolista joven.

“Cuanto más me comunico con ellos con el corazón, de una forma honesta, sincera y mirándoles a los ojos, mejor recepción tiene”, afirma sabiendo que puede sonar algo genérico, pero es que “el fútbol está lleno de información tecnicista e innecesaria. A los jóvenes futbolistas les hace falta energía positiva, un buen corazón y valentía”.

Y porque cada futbolista es único, desde la perspectiva de Sergio se trata de entender en qué contexto se encuentra cada uno de ellos. “Me parece muy relevante para poder afrontar su formación, y lo curioso que tiene el contexto es que se puede sentir más fácilmente que explicar.

“La confianza de corazón está infravalorada. La verdadera confianza entre jugador en formación y entrenador puede marcar la diferencia de por vida. Es desinteresada, diaria y no está sujeta al éxito en la tarea. Un niño/a o un/a joven confía al igual que hace todas las cosas en su vida: al máximo, sin límites”.

“Eso proporciona un potenciador interno para el futbolista difícil de cuantificar. En ese entorno creado, el jugador puede vivir y aprender en este maravilloso juego de errores con confianza y valentía”, finaliza.

Una lección para los padres del fútbol base

Raúl Garrido y unos valores que van más allá del fútbol

En Raúl Garrido encontramos a un luchador infatigable, alguien que primero empezó a tener éxito junto a su hermano Juan Carlos en el último gran Villarreal de Champions League, pero que no dudó a la hora de tener que labrarse un camino en solitario comenzando desde lo más bajo.

Entró en la cantera del Huracán Valencia sin hacer ruido, pero enseguida su trabajo y conocimientos le hicieron quemar etapas desde el Cadete hasta el primer equipo, pasando por el Juvenil de División de Honor al que salvó del descenso cogiendo las riendas con la temporada ya empezada.

Los problemas económicos del club dan al traste con sus ilusiones en Segunda División B, y desde entonces Olímpic de Xàtiva y Eldense en la misma categoría han sido las últimas paradas de un técnico que aguarda con ganas su próxima oportunidad en la banda.

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Pero Raúl no olvida sus inicios en esto de los banquillos como primer entrenador, y sabe de sobra lo que cuesta triunfar en un fútbol base donde nunca es fácil lidiar con niños, preadolescentes o adolescentes, un entorno que requiere un tratamiento especial y diferente al de jugadores amateurs o profesionales.

Es fundamental la empatía, ponerse en el lugar de ellos teniendo en cuenta la edad y ser muy cercano para sentir sus vivencias, todo lo que les preocupa a ellos en la vida cuando van a entrenar y competir”, advierte.

Otro aspecto en el que se enfoca especialmente Raúl es en la mejora individual, pero siempre a través del colectivo. Lo explica así: “Estar muy pendiente de cada uno de ellos pero siempre dentro de un colectivo, haciéndoles ver que a través del grupo es como se mejora, aprende y evoluciona”.

Tener una metodología clara de entrenamiento es otro de los mejores amigos que puede tener un entrenador de fútbol base. Una que “ayude a los niños o chicos a desarrollarse de manera positiva, que entiendan el juego y sean por tanto mejores jugadores de fútbol”.

Una metodología clara para que el chico pueda aprender, desarrollarse y comprender el juego”, añade. Sin ella, difícilmente serás un buen entrenador.

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Raúl Garrido insiste en los valores, esos que él inculcaba cada día y que hoy en día todavía sigue considerando parte fundamental en el rol de un responsable de jóvenes vestuarios. “Mi reto era conseguir que cuando ellos dejaran de estar conmigo tuvieran un buen recuerdo de mí a nivel humano también, que vean en ti una especie de maestro que les guía”.

Un ‘maestro’ que debe saber tratar con los padres, guardando las distancias para que las polémicas y malestares varios no influyan en su labor diaria. “Es fundamental tener una relación directa y cercana pero sin confundir los papeles, y ahí la figura del coordinador es fundamental para colaborar con el entrenador y que cualquier situación con los padres se pueda solucionar de manera correcta”.

Enseñar a los chavales a que den el paso de jugar por diversión a competir, que entiendan que competir también conlleva una serie de responsabilidades que son importantes para desarrollarse como futbolista y dentro de un colectivo, son otros puntos en los que centra su discurso Raúl Garrido, que finaliza su charla con Yosoynoticia.es dejando la siguiente reflexión:

Hay muchos matices y aspectos que son difíciles de clasificar y de plasmar en papel. Son del día a día, y tienen que ver con lo que lleva dentro el entrenador, cómo transmite y se relaciona con su entorno”.

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Paco Molina y la voz de la experiencia que disfruta como el primer día

A Paco Molina es imposible separarle de su gran vocación: enseñar a los futbolistas. Ama la profesión de entrenador y en especial la faceta de trabajar con la Escuela, ya sea en categoría Juvenil o en Alevín.

Ha visto crecer a futbolistas como Vicente Rodríguez o Sergio Ballesteros en la cantera del Levante UD, también ha pasado por el Villarreal CF y en su breve etapa al frente de la Selección de la Comunidad Valenciana sub 18 ha tenido a sus órdenes a talentos del calibre de Carlos Soler, Lato, Toni Martínez, Fran Villalba o Aleix García, quienes ya llaman con insistencia a la puerta de la élite del fútbol.

Pero ya sea en estos destinos o en el más reciente del histórico Ciutat de València donde empezó a trabajar el último curso, Paco tiene claro que lo único que no puede faltar es ilusión. “A mí me gusta la Escuela en un club, e incluso gratis lo haría porque los niños son otra cosa”.

“Eres su ídolo y les enseñas, y yo aprendo también mucho de ellos. Siempre me gusta decir que yo me incorporo a ellos, les hablo y jugamos y me preocupo por sus estudios o familias, pasamos mucho rato juntos y acabas siendo un referente para ellos. Por eso da un placer tremendo cuando les ves jugar y les enseñas algo, la Escuela te da una satisfacción que no te dan los mayores”, añade.

Paco, que también atesora una dilatada trayectoria en el fútbol amateur de categorías como Regional Preferente, no diferencia en el trato futbolístico más allá de los detalles relativos a la edad y en cómo comunicarse. “Entreno igual a un Juvenil que a un Preferente, con menos cargas pero les enseño lo mismo”.

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Considera clave “tener a los niños ilusionados siempre”, preocupándose por el entorno familiar de cada chaval, y destaca un aspecto que según nos cuenta no es tan común en el fútbol base: “enseñar el reglamento y las medidas del campo y porterías”.

Por su experiencia sabe que el trabajo táctico va acorde con la categoría y la edad de cada equipo, y que a nivel de los más pequeños cuesta más profundizar en el táctico. “A nivel mental tienes que tener reuniones, hablar con los chavales y no simplemente llegar a entrenar y ponerte a dar órdenes”.

“Hay que hablar antes con los chiquillos de cosas del campo, que lo explicas fuera antes de entrenar y ayudándote de una buena pizarrita, pero siempre con detalles sencillos y pequeños. No coger a un chaval de 8-10 años y explicarle coberturas o desmarques muy complejos, hay que explicarles las cosas poquito a poquito y repetirlas las veces que haga falta. No hay que rendirse nunca con ningún chaval”, añade.

La relación con los padres, ese tema tan manido y polémico, también ocupa parte de su explicación sobre los secretos del fútbol base, apuntando de primeras que no es lo mismo trabajar en una gran cantera que hacerlo en una de barrio. Cada una con sus pros y contras, y que muchas veces se refleja en el cara a cara entre entrenador y progenitores.

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“Hay que ser profesional y tener mucha mano izquierda, saber dónde estás y las palabras a utilizar para no crear falsas expectativas sobre el niño. Diría que es mejor crear distancia con el padre, porque si hay amistad te pueden coger en un renuncio o algo que dijiste en un momento puntual y cuesta salir de ahí”, señala Paco Molina.

Reconoce que “es difícil porque todos los padres quieren que sus hijos lideren y marquen el gol de la victoria, y que lo jueguen todo, pero yo tengo mucho genio y marco el terreno y la parcela de cada uno. Marco unas normas generales de actuación entre padres y jugadores porque los chavales tienen que hacerme caso a mí, ya que cuando le hacen caso a los padres empieza un conflicto que no es bueno”.

Los padres tienen el reloj puesto y no se les escapa nada en relación a lo que hacen sus hijos cada semana en el equipo”, añade.

Huye de esa corriente de pensamiento que quiere alejar el fútbol base del resultadismo, indicando que “cuando entreno siempre es para ganar, no he visto a nadie que no entrene para ganar”. Algo que no está reñido, en su opinión, con dar oportunidades a todos los jugadores del equipo según su nivel, especialmente en aquellas Escuelas que no son Valencia, Levante o Villarreal.

“La premisa no debe ser ganar a toda costa, pero se entrena para ganar”, concluye Paco.

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Sergio Almenara y la figura del facilitador de aprendizajes

Actualmente al frente de la cantera y la metodología del PK35 de Finlandia tras una larga y fructífera etapa en el modesto Torre Levante de Orriols, club en el que contribuyó para dotar a su Escuela de los mejores resultados con sus equipos ocupando División de Honor, Liga Nacional y categoría Autonómica, la pasión y vocación de Sergio es lo que le ha conducido a infinidad de lugares para aprender y mejorar en la gestión de grupos humanos.

Es por eso que él entiende como natural dejarse todo en el proceso si de verdad amas este deporte, “sin importar cuánto esfuerzo o tiempo tengamos que emplear”.

Apunta que “cuando toca pensar en el desarrollo del niño de forma integral, en formación es difícil encontrar el ‘ya’ como respuesta a un proceso madurativo o de aprendizaje. Debe centrarse en qué cosas va a poder mejorar a medio-largo plazo, marcando objetivos realistas en base a las necesidades de cada jugador”.

Siendo paciente en el cumplimiento de objetivos ya sean futbolísticos o actitudinales como los valores, donde el fútbol nos ofrece remarcables posibilidades contextuales para poder trabajarlos”, añade.

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De su trayectoria trabajando con los niños aprendió que estos están rodeados por padres con más o menos interés, y con más o menos intención de formar parte del desarrollo del jugador, apuntando que “un buen entrenador sería ese que es capaz de encontrar el equilibrio en la participación activa de los padres y/o familiares en el proceso, siempre desde el respeto y dejando claro cuáles son los roles y los límites”.

Bajo su punto de vista, el entrenador de fútbol base debe lograr hacer de esta práctica un medio de disfrute. “El niño tiene que pasárselo bien, tiene que amar y disfrutar este deporte. El entrenador, como facilitador de emociones, será el responsable de mejorar el clima grupal y la motivación del niño por practicar el deporte de una forma u otra”.

“El entrenador de base tiene que tener hambre, hambre de mejorar. Tener una mente abierta a nuevos conocimientos, aprendizajes y posibilidades, así es como será posible que cada día vaya incrementando su capacidad de ofrecer al futbolista lo que necesita de una forma más acertada y más precisa”.

Reconoce que “ser autocrítico y aceptar críticas es parte del aprendizaje, siempre y cuando sean de forma constructiva con el único objetivo de mejorarse”, señalando también que otro de los rasgos que encuentra necesarios en un entrenador de fútbol base es la capacidad de lograr que los jugadores piensen.

“Tiene que ser capaz de provocar escenarios en entrenamientos y partidos donde el jugador participe de una forma autónoma, basada en aprendizajes por descubrimiento y de forma activa, donde el jugador sienta que está en su poder de decisión cambiar o no los factores dependientes de él que afectan al juego”.

Para rematar, Sergio Almenara ve en la figura del técnico a la pieza clave en el proceso formativo de los futbolistas, teniendo en cuenta que «a mejor facilitador de aprendizajes mejor adquisición de los mismos”.

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Bernabé Herráez y el entrenador-formador

Fue segundo de Benito Floro en el Albacete que recibió el sobrenombre de ‘Queso Mecánico’ allá por los años 90, y también campeón en Perú con Alianza de Lima. Pero Bernabé es sobre todo un formador, un maestro de Primaria que también imparte clases en el curso de entrenadores de Cheste, y que además tiene tiempo para sacar adelante un proyecto muy especial de fútbol en el Barrio de la Luz.

«La característica común que encuentro en todos los buenos entrenadores de base que conozco es la ilusión. Son personas llenas de entusiasmo que no se cansan nunca de empezar, cada año, casi desde cero», apunta para comenzar su reflexión sobre el trabajo del entrenador con los más jóvenes.

«En la mayoría de clubes que he observado, en los mejores a la hora de formar, no repiten más de dos años con el mismo grupo. Se evitan de esa manera problemas de convivencia, roces, malos entendidos o traspasar los límites de la confianza», añade.

La segunda característica fundamental para Bernabé es la «paciencia infinita para conseguir que sus jugadores entiendan el juego, tratando de hacerles mejores cada día».

Son técnicos que potencian las virtudes de sus niños, observándose una progresión ascendente en su juego, comportamiento dentro y fuera del campo y relaciones con sus compañeros, desde el día que iniciaron la temporada hasta que la acaban».

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Citando a Julio Velasco, famoso entrenador de voleibol argentino, «entienden su actividad como la de un artesano, no como la de un industrial. Se preocupan por el individuo para, al mismo tiempo, mejorar al colectivo. Suelen ser excelentes ejemplos para sus discípulos. Lo que dicen y lo que hacen suele verse reflejado en su actitud diaria», explica Bernabé Herráez.

«Los formadores top, desde mi punto de vista, son capaces de lucir una tercera característica: dialogar con los padres con mucha frecuencia. Hay quien opina lo contrario, pero prefiero a los que tienen la habilidad de hablar, escuchar y hacerse entender por los padres o madres, cada vez más habituales, puesto que son parte fundamental de la tarea formativa del niño», afirma.

Según su experiencia, la comunicación no evita problemas, pero sí que los aminora. «El establecer una distancia excesiva entre familia y entrenadores puede provocar que cuando se quiera abordar un conflicto, sea muy tarde y muy difícil de solucionar».

Alguien me dijo”, “ yo pensaba” , “creí entender”, frases con las que empiezan las grietas de la buena relación», amplía el técnico valenciano.

«Cuanto más claro sea el mensaje, cuanto más claro quede lo que se espera de los padres, de los chicos y el papel que juega cada uno dentro del equipo, menos problemas aparecen y son de más fácil solución. Mensaje que ha de repetirse de vez en cuando para que no se olvide. Insisto, estos son los formadores top», repite.

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En la cuarta característica, «el buen formador hace de su práctica diaria una experiencia agradable para todos. Son gente que adapta los objetivos finales al nivel del grupo, incluso los personaliza, aplicando aquellas metodologías que puedan mejorar a sus chicos, y que estos se mejoren unos a otros. Hablan con un lenguaje claro, sencillo, con tareas muy fáciles de explicar, entender, aplicar y corregir».

Estos formadores piensan diferente, en grande, diría yo. No se conforman solo con resultados sino que se centran además en el proceso, en el cómo llegar a obtener buenos registros», añade.

Para Bernabé, los referentes en el trabajo con la base suelen escuchar a otros colegas, estar pendientes de mejorar, reciclarse, aprender de sus jugadores, de los rivales, de ver otras ramas relacionadas o no con el deporte que les hagan más completos en su labor formativa.

La quinta cualidad de los formadores top es la «habilidad para preparar a su grupo desde la competición, puesto que competir forma parte del proceso madurativo de cada niño. Competir y formar no son aspectos contrapuestos, más bien son todo lo contrario, se complementan».

«Estos entrenadores encuentran el equilibrio entre ambas ideas, de manera que la competición no domine a la formación, sino que la competición esté al servicio de la formación», remarca nuestro protagonista. 

En resumen, al buen formador, como al buen profesor, maestro o docente, como diría Shellman, se le reconoce en esta cita: “aquellos que pueden, hacen. Aquellos que comprenden, enseñan”.

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