Silencio, dejen soñar a Sergio Alamar | Yo soy noticia

Ajustarse las medias, comprobar que la elástica de la selección no le omprime el cuerpo y, entonces, respirar profundo. Sus ojos desnudos notan la textura del antifaz. Sus oídos se preparan para bailar al son del cascabel. Las dudas y los nervios hacen acto de presencia. Es el momento de darlo todo. Así describe Sergio Alamar, jugador del Once Alicante, sus momentos previos a un partido.

Mientras los tacos de sus botas se clavan en el verde y la ilusión ensombrece el tembleque de sus piernas, su yo mental se encuentra en un plano superior que le permite estar en todas las zonas del campo. Las piernas hambrientas, el movimiento del cuello en un tic y el del corazón en un tac. Control y cabeza recta. No necesita elogios ni buenas palabras para demostrar su valía y su ambición.

El silencio no es un opción, sino una necesidad

En las gradas no se escucha nada. Los aficionados se mantienen en silencio, expectantes ante las instrucciones que le expide su portero, su entrenador o su guía, tres pilares fundamentales en el fútbol 5 para ciegos. Son sus ojos en el campo. De sus indicaciones depende su orientación y su movilidad. La compenetración debe ser perfecta. No hay margen de error.

Lo explica Sergio una y otra vez, sin fin. Insiste en elogiar antes de nada el papel que ejercen sus compañeros en los banquillos: «Dependemos de las indicaciones que nos den desde fuera del campo. Tenemos la capacidad de orientarnos y de posicionarnos, pero la figura del portero y del entrenador es imprescindible. Ellos son nuestros ojos. Sin su ayuda sería prácticamente imposible situarnos en el campo».

La figura del portero y del entrenador es imprescindible; son nuestros ojos en el campo», afirma Alamar

Sergio Alamar

Con el pitido inicial se abre la veda, el sonido del cascabel entra en escena y el campo se convierte en un auténtico portaaviones. Despegan cazas en todas las direcciones a una velocidad de vértigo y con una astucia tremenda. Se producen largas posesiones y ataques constantes. Y allí, entre tanta oscuridad, se erige la figura de un jugador que, tras muchos años soñando con este momento, está llamado a ser el futuro de la selección.

Un seguimiento desigual en función de la geografía

Ciego de nacimiento, a causa de una distrofia retiniana que solo le permite vislumbrar un puñado de luces sin sentido, Sergio Alamar ha pasado de vibrar con el fútbol para ciegos desde el sofá de su casa a vivir de primera mano la esencia de un deporte en que impera la escasa visibilidad pública y la ausencia de ayudas económicas.

Y es que, aunque cueste, y mucho, de asimilar, el seguimiento aún es desigual en función de la geografía. Mientras que en países como Brasil, Argentina o EE.UU el fútbol 5 para ciegos cuenta con gran presencia social, en otros se carece de infraestructuras e interés público, pese a contar con algunos de los mejores jugadores.

Lo comenta constantemente, aunque es consiente de la dificultad de cambiar la situación: “No pedimos cobrar grandes millonadas, como lo hacen los jugadores de Primera División, pero sí que se nos apoye y se nos brindase una oportunidad, una estabilidad económica que no se nos ofrece”.

No pedimos cobrar grandes millonadas, pero nos gustaría que nos brindase una estabilidad económica que aún no ha llegado”, admite

Aún así, mantiene intacta la ilusión por seguir progresando en un deporte que, como él mismo afirma, le ha cambiado la vida de manera repentina. “Han tenido que pasar muchos años para que pudiera cumplir mi sueño: formar parte de un equipo de fútbol para ciegos. Como no existían las categorías benjamines, alevines o infantiles, tuve que esperar hasta los 15 años, pero lo conseguí”, añade.

Sergio Alamar

Toda una vida ligada al deporte

De esta manera, ante la imposibilidad de calzarse las botas y dar sus primeros toques con el balón, con apenas 8 años se adentró en el mundo del atletismo adaptado. Y no lo hizo en vano. Siempre dejándose llevar por la imaginación, fue mejorando una capacidad física y una fuerza mental que le van a llevar en unos meses al Mundial de Atletismo Adaptado.

Amante del deporte y competitivo como pocos, el valenciano Sergio Alamar representa el espíritu de superación de una infinidad de deportistas paralímpicos que no cesan en su empeño por acabar con los prejuicios de una sociedad que, aunque les ha visto triunfar en grandes escenarios olímpicos, les sigue privando de muchos derechos.

Habituado a convivir con una ceguera que le llevó a lograr el sexto puesto en los Juegos Paralímpicos de Río 2016, Sergio Alamar simboliza una de esas imágenes que uno no olvida. Y es que, pese a no disponer de las mismas capacidades de muchos futbolistas, demuestra una vez más que el ser humano es capaz de sobreponerse a cualquier adversidad cuando se lo propone.

Y es que, aunque suene a tópico, lleva demostrándolo muchos años. Ya se ha hecho a ello. “Agradezco que la discapacidad visual llegara con mi nacimiento y no después, ya que tiene que ser muy duro perder la vista de manera repentina. Además, me ha permitido contar con una mayor capacidad auditiva y orientativa”, explica Sergio.

Agradezco que la discapacidad no me llegara a una edad más tardía, ya que tiene que ser muy duro perder deja de ver repentinamente”, explica

Sergio Alamar

El sueño paralímpico de Tokio 2020

Para más inri, toma por bandera la inquietud. No puede estar sosegado. Siempre está trajinando nuevos retos. Mientras la mayoría de sus compañeros planean dónde van a pasar sus vacaciones de verano, él ya tiene la mente fijada en el Europeo Sub-23, el Mundial de Fútbol para Ciegos 2018 y los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020, donde espera acudir representando a la Selección Española.

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