Beatriz García, una vida en la montaña | Yo soy noticia

“Ahora mismo estoy descansando un poco, tanto física como mentalmente”, arranca contando Beatriz García (Barcelona, 23 de junio de 1981), quien hace apenas unas semanas se encontraba inmersa en uno de sus dos grandes objetivos de la temporada, el de alcanzar la cima del pico Lenin, una montaña situada entre Tayikistán y Kirguistán, en la Cordillera del Pamir.

Ha sido algo diferente para mí, pero estoy contenta. A estas alturas de la temporada estoy sin lesiones ni dolores, me encuentro bien y eso es lo más importante”.

Sin embargo, si para usted, querido lector, el descanso está relacionado con la playa o con un chiringuito, esta misma palabra nada tiene que ver para nuestra protagonista. “La semana que viene correré una prueba aquí en los Pirineos de Cataluña, pero será más por entretenimiento que por otra cosa. Este año he competido muy poco para lo que es normal en mí, pero tenía otros objetivos”.

Diabética desde hace ya años, en ningún momento se ha planteado parar por ello. “Hay gente que se sorprende o que no entiende que haga las cosas que hago. Yo escucho las opiniones, pero hago lo que quiero porque sé que todo lo que hago es con seguridad”, va explicando a Yo Soy Noticia, al tiempo que reconoce ya tener fijados algunos objetivos de cara a 2020, pero de los que no quiere contar nada.

“Es muy pronto, es muy pronto” repite. “En octubre o noviembre, que ya habrá algo definitivo, lo iremos desvelando”.

Una temporada diferente

Si el Pico Lenin fue el objetivo del verano, antes de eso afrontó una de esas pruebas que ponen los pelos de punta en Nueva Zelanda, una competición que le trae a la cabeza su momento más complicado como deportista, vivido en Australia hace unos años.

The Track fue una locura. Una prueba de 522 kilómetros por etapas, por el desierto. Solamente éramos 22 deportistas, íbamos solos todo el rato y al tercer día -de los diez- me fracturé la tibia por estrés. Tenía dos opciones, seguir o retirarme y decidí aguantar, sobrevivir día a día, sin pensar mucho más, pero fue un calvario, durísimo”.

Y es que Beatriz solamente encuentra sentido a su vida cuando su cuerpo explora sus límites. “Yo estoy enamorada de la montaña. De pequeña iba mucho con mis padres a los Pirineos y a las carreras llegué casi por casualidad, me apunté a lo que entonces se conocía como una marcha de montaña de 70 kilómetros y así es un poco como empecé”, recuerda la barcelonesa.

FOTO: 4Deserts

Además, como deportista de una disciplina minoritaria, tiene que combinar todo esto con el trabajo. “Yo no puedo vivir de entrenar y competir, eso está claro, pero lo llevo bien. Hago muchos fines de semana, muchos turnos de noche y tengo cierta flexibilidad para combinarlo con mis aventuras”.

Porque sus competiciones tienen más de aventura que de carrera. Ha estado en Australia, Nueva Zelanda o la Antártida, una prueba que le trae a la cabeza una divertida anécdota. “Para prepararla pedí que me dejarán entrenar en una cámara frigorífica con mi bici, así pude ver cuáles serían mis sensaciones a menos 25 grados, aunque luego no tuvo nada que ver con lo que me encontré allí».

«Eso es algo que siempre ocurre, esperas una cosa pero cuando llegas a la competición siempre es todo diferente de lo que te cuentan, o de lo que puedes leer en Internet”, añade.

La diabetes, compañera de viaje

Sin embargo, la prueba que la puso en el plano mediático fue la de los 4 desiertos: Sahara, Gobi, Atacama y la Antártida, una verdadera salvajada para los humanos corrientes y molientes. “Yo no entendí lo que pasó porque para mí era normal; llevo desde pequeña participando en este tipo de pruebas y ésta tuvo mucha repercusión. Siempre tuve el sueño de hacerla, porque no sabría si podría hacer los cuatro desiertos por tema económico”.

En ese tipo de competiciones sí tiene claro que la diabetes es un hándicap por un motivo importante. “El peso que tengo que llevar en mi mochila porque tengo que llevar comida, barritas, geles… Eso sí me limita, porque pesa 5 o 6 kilos más que la del resto. Todos llevamos el mismo material obligatorio, pero yo tengo que llevar más comida, no puedo ir con 2.000 calorías diarias. Es un pequeño peaje que tengo que pagar si quiero hacer estas competiciones”.

Sobre la seguridad, Beatriz García nos cuenta que la gente siempre le pregunta si no tiene miedo de que en algún momento le pueda dar una bajada fuerte de azúcar. “A ver, es algo que puede pasar, claro, pero hoy en día, con la tecnología que hay eso lo llevo siempre controlado».

Llevo un sensor que me dejan desde que fui a la Antártida, porque aquí en España era inaccesible. Va dentro de la piel y te informa segundo a segundo de cómo estás. Para mí es muy importante, sobre todo para dormir por las noches. Después de grandes esfuerzos, si te duermes y te pasa algo es más difícil que te enteres y ahora estoy más tranquila al tenerlo, porque si eso ocurre te avisa y pita”, apunta.

FOTO: 4Deserts

Un deporte “de moda”

Enamorada de la montaña, Beatriz García es cuidadosa con su cuerpo, soñadora y una chica feliz. “Mira, yo ya no salgo a correr cuando entreno; bueno, a lo mejor alguna vez, pero casi nada. Sé que mejoraría y haría mejores tiempos, pero también se que me lesionaría más y que tal vez ya estaría retirada. Yo quiero dejarlo cuando quiera yo, no cuando me lleguen las lesiones».

Además, hay gente que se apunta a las competiciones para ganar o para hacer podio, pero yo no”, añade la barcelonesa.

Con las ideas bien claras, tiene cuerda para rato, pero si echa la vista atrás sí puede describir perfectamente cómo ha evolucionado este deporte de las pruebas extremas. “Cada vez hay más gente y cada vez hay más mujeres. Antes te podías inscribir cuando querías, ahora tienes que hacerlo un año antes y a veces ni así. Además, yo cuando salgo a entrenar por donde he ido toda la vida antes siempre nos veíamos los mismos, y ahora cada vez hay más gente. Ha cambiado mucho, está muy de moda”, reconoce.

Así pues, ya saben, si van a los Pirineos y se la encuentran entrenando no se sorprendan, pues su vida es la montaña. Beatriz García sonríe y se ilusiona con proponerse nuevos retos, nuevas ilusiones y su cabeza ya piensa en los siguientes. Y seguro que los sacará adelante.

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