Rakel Mateo, triatleta paralímpica: «Tener el accidente y subirme a una bicicleta fue lo mejor que me pudo pasar en la vida» | Yo soy noticia

Es la de Rakel Mateo, una vizcaína de 46 años que pasó de no haber hecho jamás deporte a nivel competitivo a obtener dos diplomas paralímpicos en Río 2016 y Tokio 2021. Y que por el camino sufrió varios dramáticos giros de guión que demuestran que la realidad supera a la ficción, y la voluntad vence cualquier obstáculo.

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DE LA ANOREXIA A LA ESPERANZA

Rakel trabajaba en un supermercado, sufrió un grave accidente laboral que hizo que una de sus piernas quedase seriamente dañada y durante años tuvo que sumar el infierno de los médicos, abogados e incertidumbre por el futuro al que ya venía sufriendo desde muy joven con la anorexia. Fueron años oscuros para una Rakel que nos cuenta sin reparos que “el deporte me trajo una vida distinta, porque la de antes no era una vida como la que quería tener”.

Y es que, en lo más crudo del crudo invierno, Rakel encontró su liberación en subirse a la bicicleta de su hermano y dar vueltas por su pueblo, sin más pretensiones que soltar lastre física y mentalmente: “Mi intención con la bicicleta sólo era una vía de escape, nunca imaginé llegar a donde he llegado”.

Pero como la sanación y solución al sufrimiento llega a menudo cuando y como menos te lo esperas, este simple hecho cambió su existencia por completo, y para bien, ya que supuso una catarsis para ella que ya no tendría marcha atrás: “Tener el accidente y subirme a una bicicleta fue lo mejor que me pudo pasar en la vida”, nos cuenta con la sabiduría y fortaleza estoica de alguien que ha descubierto que, a menudo, se necesita tiempo para saber si a la larga es para bien o para mal lo que nos ha sucedido en nuestro transitar por el mundo.

El deporte me trajo una vida distinta, porque la de antes no era una vida como la que quería tener”

DEL CICLISMO AL TRIATLÓN… Y A LOS JUEGOS PARALÍMPICOS

Rakel descubrió el deporte adaptado, empezó a competir tímidamente y sin mucha confianza en sí misma, pero fue progresando y ampliando horizontes: un día decidió que además de ir en bicicleta también le gustaba nadar y correr, pese a las dificultades añadidas que para todo ello suponía su maltrecha pierna. Y consiguió completar su primer triatlón: “Al principio con la bici les pedía que me pusieran en la modalidad de mayor discapacidad. Y con el tiempo acabé haciendo triatlón y descubrí que me llenaba más que sólo el ciclismo”.

Minutos antes de competir en Río 2016 mi rueda trasera perdía aire. Alguien me ayudó y me tiré todo el siguiente ciclo olímpico intentando averiguar quién era”

En ese punto nació la triatleta incombustible que hoy conocemos. Y que gracias a su tesón y a la ayuda de la Fundación Basque Team acabó logrando su clasificación para los Juegos Paralímpicos de Río 2016, donde una vez más logró salir de otra situación adversa a la que el destino parecía querer enfrentarle: “Minutos antes de competir en Río 2016 mi rueda trasera perdía aire. Alguien me ayudó y me tiré todo el siguiente ciclo olímpico intentando averiguar quién era”. Gracias a él consiguió competir, y en recompensa a su esfuerzo llegar a la meta y obtener diploma olímpico.

Su misterioso ángel de la guarda no sólo no se identificó, sino que meses después le mandó anónimamente una bicicleta tope de gama a través de la federación.

La vida parecía empujarla a seguir adelante y el deporte le obligó a aprender a comer bien, lo que la sacó de la anorexia; y en plena pandemia, harta de las molestias y dolores que le provocaba lo que le quedaba de pierna toma una decisión drástica, amputársela y sustituirla por una prótesis de fibra de carbono: “Pocos meses antes de Tokio 2021 me amputaron la pierna y tuve que reaprender a hacerlo todo de nuevo con una prótesis”.

Pocos meses antes de Tokio 2021 me amputaron la pierna y tuve que reaprender a hacerlo todo de nuevo con una prótesis”

Y con poco tiempo de preparación en su nuevo estado anatómico y competitivo llegó a unos Juegos Paralímpicos de Tokio que estuvieron repletos de emociones: “En Tokio 2021 lloré de alegría tres veces: por conseguir pasar la meta, por conocer a mi benefactor misterioso y porque me regalaron una rodilla articulada con la que por fin pude soltar las muletas”.

Para conocer todos los detalles de ese increíble momento y muchas cosas más os invitamos a disfrutar de la entrevista completa, puesto que la palabra escrita no puede hacer justicia a la cruda emoción y sinceridad con la que ella misma relata su maravillosa historia.

Un devenir que tendrá continuidad ya que Rakel ha comenzado a prepararse, más fuerte, más confiada y con más apoyos que nunca, para disputar la próxima cita paralímpica de París 2024. Y es que sabe que su ejemplo puede servir para que muchos que se plantean tirar la toalla, no lo hagan: “Si logro que mi historia ayude a alguien más en el mundo y que piense que si yo he podido, él también puede, habrá merecido la pena”.

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