5 errores frecuentes en los allegados de los deportistas en formación | Yo soy noticia

Hace no mucho tiempo tuve la ocasión de hablar con Santiago Cañizares de su libro “Papá, quiero ser futbolista”.

Al ex-guardameta del Valencia C.F. le sorprendió la gran cantidad de padres que no están preparados para acompañar adecuadamente a sus hijos en esta etapa de su vida, y por ello se decidió a escribirlo.

Tras más de una década entrenando en el deporte base he observado, como lo han hecho tantos otros entrenadores, una serie de actos que suelen repetirse en los familiares de los pequeños.

Actos que no les benefician. Por eso tenemos que trabajar con mayor dureza para evitar cosas tan infames como lo sucedido recientemente en Mallorca, en un partido de infantiles.

1. Para animar lo mejor es aplaudir

Un error muy habitual es colocarse justo detrás del banquillo o de la portería. Parece que así animamos y aconsejamos a los nuestros, pero no es así. Esta acción distrae a los integrantes del equipo, y molesta a los entrenadores.

Los que calientan se descentran al apartar la mirada del partido y los gritos confunden al receptor, que en ocasiones recibe indicaciones contradictorias: las órdenes de su míster y las apreciaciones de su familiar o amigo.

Durante los encuentros los únicos que tienen que hablar con los jugadores son sus preparadores, sus compañeros y el árbitro. Para animar lo mejor es aplaudir.

2. Respeto al rival y colegiado

Es frecuente encontrarse con padres y madres que protestan absolutamente todo al árbitro, e incluso que se encaran con otros miembros del público o con los integrantes del equipo rival.

Muchas veces se realiza esto bajo el pretexto de que le están defendiendo del supuesto mal arbitraje recibido, o porque han escuchado alguna palabra malsonante dirigida al jugador.

Para evitar conflictos post partido lo mejor es dar ejemplo en las gradas con la otra afición. Debemos fomentar los valores deportivos y el juego limpio.

Por desgracia se escuchan improperios ya en las categorías inferiores pero, aunque sea algo a evitar y a erradicar por encima de todo, la mayor parte de las veces las palabras se quedan en el campo y los jugadores lo saben.

Al acabar se dan la mano, como si nada hubiera pasado, independientemente de lo que se hayan dicho o del daño que se hayan podido causar. Hay que estar ahí para saberlo.

No luchemos sus batallas. Si entramos en ellas ha de ser para indicarles que los árbitros aciertan y se equivocan y hay que respetarles, que están trabajando. La solución ante el enfado es aprender a canalizarlo hasta que se diluya, no hay que pagar con el colegiado la indignación.

Si al final del partido el ambiente es tenso en las gradas o entre los deportistas y hay reproches, la solución es el diálogo o, si no atiende a razones la otra persona, marcharse. La respuesta a una agresión es una denuncia, no otra agresión.

3. Evitar comparaciones

Es muy común escuchar a padres y madres hablar con otros progenitores del entrenador, o de otros jugadores del equipo, delante de sus hijos. Son muy influenciables y esto genera rencillas y envidias entre ellos, y le quita credibilidad y autoridad al míster.

A la hora de dirigirse al entrenador no hay que usar a terceros para comparar a los jugadores, es tentador justificarse y escudarse en el comportamiento de otros, pero el preparador trata con toda la plantilla y les conoce, es él quien les ve entrenar todos los días y sabe por qué toma cada decisión.

Para abarcar un tema con el míster hay que evitar abordarle antes, y después de los entrenamientos y partidos.

Antes está concentrado en su trabajo y tiene el tiempo limitado, y después ha terminado y quiere descansar o reflexionar sobre lo ocurrido, con la tensión acumulada no es buen momento.

Lo mejor es concretar una fecha para hablar tranquilamente.

4. Fuera presiones

Con la emoción de la competición a veces cae en el olvido el hecho de que lo importante es participar, y no los resultados. El aprendizaje, la comunicación, las amistades, la diversión… dejan de ser el centro de las preguntas.

Los jugadores de la base están aprendiendo a soportar y asumir el fracaso en la vida, el caerse y volverse a levantar. Son edades muy complicadas y no hay que presionarles, lo importante es el trabajo en equipo.

Reciben muchas presiones que no saben gestionar y puede aparecer la ansiedad, la depresión, la excesiva auto-exigencia o provocar el abandono de la práctica deportiva por no sentirse apoyados, o porque les han puesto el listón muy alto en casa.

5. El rey de los errores: ‘castigado sin ir a entrenar’

Hay que buscar otra manera de que cumplan con sus obligaciones. Del mismo modo que el entrenador que castiga con correr a un jugador se está equivocando, no es prudente amenazar con borrarle del equipo, o con no dejarle ir a entrenar.

Por mucho que sea lo que más le guste, es algo positivo que le beneficia e incluso le motiva. Sin esa motivación el rendimiento académico empeora más, el deporte debe servir para aprender cómo organizarse, para cumplir con el deber y a sacrificar el ocio si es necesario.

Hay tiempo para todo, y con el deporte aparece la posibilidad de planificarse para aprovechar el tiempo y ser eficiente. Entrenar es sinónimo de estar sano y transmite la importancia del compromiso, los jóvenes se han comprometido con un grupo y deben cumplir.

Si aún así es necesario que se pierda un entrenamiento hay que avisar con tiempo al técnico, no esperar a última hora, pues ha preparado una serie de ejercicios y cuenta con él para poder ejecutarlos.

Solemos decirles que lo único que tienen que hacer es estudiar, pero no es cierto, los estudios son muy importantes para su futuro, sí, más que hacer deporte, por descontado, pero no es lo único que les va a educar ni a convertir en mejores personas, ni tampoco lo único que van a tener en su vida.

Cuando crezcan, sus habilidades sociales y los caminos alternativos que puedan llegar a poder tomar pueden haberle surgido gracias a estas horas lejos de las aulas, conociendo gente y empapándose de otro tipo de educadores.

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