El voleibol en Almoradí es mucho más que un deporte | Yo soy noticia


Y se vio en los recientes y trágicos episodios de gota fría que azotaron diversas localidades de la Vega Baja, entre ellas Almoradí, que se quedaron aisladas e incomunicadas. Ahí, en los momentos más duros, fue donde el aspecto deportivo pasó a un segundo plano y se pudo ver a los jugadores del Senior Masculino de Superliga bajar al barro. Y no es una frase hecha, porque ellos fueron los primeros en querer salir a socorrer a sus vecinos y vecinas.

Ha sido, dentro de lo trágico, creo que muy positivo para mi equipo. Les he visto llenos de barro hasta las rodillas y llevando a gente mayor en brazos, y limpiando con esponjas el suelo. Estoy muy orgulloso de mis jugadores”, señala Pedro Miralles, el entrenador de este grupo humano que lo mismo se parte la cara cada fin de semana en la élite nacional, como también lo hizo cuando más falta le hacía a Almoradí.

El deporte tiene que ser un arma para competir, pero también para adquirir compromisos sociales y de cooperación que demanda la sociedad actual entre la gente joven, que está perdiendo un poco el norte en ese aspecto”, añade.

Un proyecto familiar y muy fiel a los suyos

Tres derrotas pero también dos victorias contemplan este curso al Club Voleibol Almoradí en la Superliga. Unos resultados que les han colocado fuera de los puestos de peligro, aunque no les hace abandonar el discurso de cautela que lleva aparejado un proyecto modesto y muy orientado a la cantera.

Es una lección muy valiosa que aprendió Pedro Miralles, actual entrenador y todavía jugador del primer equipo a sus 41 años de edad, después de su experiencia inicial en el club hace 12 años. Fue en la 2007/08 cuando este murciano de nacimiento, pero ya alicantino de adopción, firmó para reforzar el que por aquel entonces era el primer proyecto de la historia del club, que posee 52 años de vida, entre los mejores del país.

Entonces fue un visto y no visto, pues apenas duraron una campaña en la élite antes de caer a la segunda categoría nacional. Y eso que gastaron dinero en refuerzos, pero nada surtió efecto. Al menos, y así nos lo cuenta un Pedro Miralles que inmediatamente recibió la oferta para ser entrenador-jugador en el club, se autoconvencieron de que a la próxima harían las cosas de otra manera, y así está siendo.

Nada de fichajes foráneos a golpe de talonario, sino una base de jugadores de Almoradí que han crecido en el club desde que eran unos niños, y presencia de otros jugadores de la Comunitat y también de Murcia. Un grupo con el que se identifica Almoradí, que llena las gradas y lleva en volandas a una entidad que pasea el nombre de esta zona de la Vega Baja por todo el país.

Lo de este año llena además de alegría a la familia del voleibol valenciano, pues le da a nuestra región un segundo conjunto masculino, junto a L’Illa Grau castellonense, entre los mejores. Pero también a nivel particular significa alcanzar un sueño que los dos anteriores años no pudo confirmar el CV Almoradí por dudas económicas, y sobre todo por preferir esperar a que estuviera lista la generación de jugadores locales que están disfrutando ahora su gran oportunidad.

Nos llena de orgullo a todos ganar en la máxima categoría con gente de casa y no profesional, con chicos que llevan muchos años trabajando para poder llegar a donde han llegado”.

Más que un equipo, son una familia

Eso hace más llevaderos los viajes en furgoneta en vez de autobuses, o la circunstancia de que en viajes a las islas tengan que llevar a menos jugadores y staff por la falta de suficientes recursos económicos. Son las vicisitudes de un deporte como el voleibol y de un proyecto modesto como el de Almoradí, esta temporada de vuelta en la Superliga.

Eso no implica que haya desmotivación ni nada por el estilo. Solo ganas de abrazar el presente y luchar con uñas y dientes por representar al pueblo de la Vega Baja. “Es un año de desarrollo profesional y personal, y les va a servir para toda la vida”, explica su entrenador y todavía también jugador, con más de 10 años de experiencia en la élite.

Codearse con ‘gigantes’ como Unicaja Almería o Teruel no es fácil, pero ahí están ellos dando la cara. Sabedores de sus limitaciones pero campeones en ilusión y ganas. “Nuestro objetivo esta temporada es intentar que los jugadores progresen, que estar aquí les ayude a formarse en todos los ámbitos”.

Queremos agarrar la permanencia si podemos, aunque sabemos lo que cuesta siendo el club más modesto en presupuesto de la categoría. Si eso no pasa, nos sentiremos muy felices si otros equipos pueden ver a nuestros jugadores y darles una oportunidad otro año”, añade el técnico de los alicantinos.

Su mayor recompensa no estriba solo en los resultados del fin de semana. Va más allá de lo puramente tangible. “Me alegro por ver la cara de mis jugadores, que empiezan ahora a sentirse jugadores de voleibol de verdad”. Deportistas que no pueden vivir del voleibol, pero que gracias al mismo sacan becas u oportunidades que les permiten crecer como personas y deportistas.

Los jugadores aprovechan este trampolín de Almoradí y fomentan también el voleibol en la zona, siendo los mejores embajadores de un deporte que ha repuntado tras su ascenso. Pequeñas empresas se vuelcan con ellos, aunque falta la aparición de una o dos marcas importantes que les doten del riñón financiero con el que poder pasar todo el año sin estrecheces económicas.

No hemos dejado de lado a la gente de casa, porque sabemos que ellos son nuestros mejores embajadores aquí. Estamos haciendo un proyecto muy interesante en un pueblo pequeño”.

Un futuro que conquistar

Además del Senior masculino y de un femenino que esperan retomar en un futuro cercano, la estructura del Club Voleibol Almoradí sigue creciendo con chicos y chicas que poseen ahora un gran espejo en el que mirarse.

Hay más chicas que chicos, dicho sea de paso, con las féminas agrupadas en 1 Infantil, 2 Cadetes y 1 Juvenil, mientras que ellos tienen 1 Infantil y 1 Juvenil además de un Senior que hemos destripado un poco más de la mano de su entrenador-jugador Pedro Miralles. Un proyecto de casa, cercano y generador de sonrisas en una población que se aferró a ellos también en los tiempos más duros para la ciudadanía.

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