Pablo Pla, de la drogodependencia a la medalla europea | Yo soy noticia

Pablo Pla tiene 43 años, aunque admite que no ha «vivido» más de 15. Las drogas le distanciaron del mundo muy pronto, cuando apenas superaba la adolescencia; le llevaron a convertirse en la persona que nunca quiso ser. Prepotente, agresivo, irresponsable. Lo tenía todo. En apenas cuatro meses mudó la personalidad y se transformó en alguien irreconocible para los suyos; en «El Pato».

Fue su nombre, su apellido y, por poco, su fin en el mundo de la noche valenciana; «mi casa, mi trabajo; mi vida por aquel entonces», insiste. Así la consideraba. No sabía hacer otra cosa. Tampoco lo necesitaba, ya que sobrepasaba los tres dígitos económicos con facilidad, prácticamente de manera diaria; solo tenía que dar un puñado de vueltas por el barrio para lograr su cometido.

Todo era muy sencillo. Por ello, su vínculo con las drogas fue a más, hasta el punto de abandonar el nido familiar con 16 años, tras una discusión con sus padres, y empezar a salir de manera descontrolada. «No necesitaba comprarla, porque la tenía en casa. Acudía a ella cuándo y dónde quería, a toda hora, lo que me llevó a creerme el rey del mundo. Todo era muy bonito», recuerda.

No necesitaba comprar la droga, porque la tenía en casa. Acudía a ella cuándo y donde quería”, recuerda Pablo

También sus primeras dudas con las drogas, que se acrecentaron hasta la irrupción del deporte y del profesor en su vida: «Las artes marciales me hicieron sentir la necesidad de estar unido a un grupo; sentirme valorado. Además, me impulsó a hacer una breve tregua con las drogas, ya que apenas tenía la capacidad física y moral para aguantar un combate».

Estaban consumiéndolo, a fuego lento, hasta que por fin intentó dejarlas de lado –«aunque de manera íntima», reconoce– para hacer sus primeros pinitos en la competición. Primero en Valencia, en Alicante y, tiempo después, en Gijón, donde compitió a nivel nacional para consagrarse como el mejor de España de grappling de menos de 98 kg junto al equipo de competición S.A.D.

Pablo Pla se proclamó campeón de España de grappling de menos de 98 kg junto al equipo de competición S.A.D.

Aún así las drogas volvieron a hacer acto de presencia en su día a día. No lo pudo evitar, pese a su empeño. A sus 25 años, tuvo una gran recaída que, esta vez sí, le llevó a la Unidad de Conductas Adictivas (UCA). «Necesitaba ayuda; abrir los ojos de la mano de los profesionales, porque me resultaba imposible dejarlo. Siempre las tenía presentes», rememora.

Mientras, se refugió en «El Pato», la identidad que durante más de nueve años paralizó su carrera deportiva y lo alejó definitivamente de los suyos. «Aquello era una fachada; no Pablo, porque no me consideraba una mala persona, sino alguien que actuaba mal», explica Pla con los ojos encharcados en lágrimas de rabia y de arrepentimiento.

Aquel no era yo, sino una fachada. No me consideraba una mala persona, sino alguien que actuaba mal”, explica Pla

Esa fue su vida hasta que, tras una ida y vuelta constante de recaídas, ingresó de manera definitiva en el centro de rehabilitación Betel de Cuenca. Allí estuvo dos, tres, seis meses y, finalmente, ocho años –de 2009 a 2017– en Valencia, que le sirvió para readaptarse a la sociedad, honrar el trabajo de su familia y retomar su carrera ju-jitsu de la mano de Ezequiel Zayas en el Team Ganbaru.

De hecho, junto a la recuperación de la relación con sus hijos Pau y Marc, la  ayuda de su actual esposa María y su hija Elena y el apoyo de todos sus compañeros de ASES, dejó atrás la identidad de «El Pato» para asentarse el pasado 21 de enero en la segunda posición de su peso súper heavy (94,30-100,5 kg) y en la tercera del absoluto de jiu-jitsu.

Pablo Pla se proclamó el 21 de enero subcampeón de su peso súper heavy y tercero del absoluto en el Campeonato Europeo de Jiu-jitsu

Así pues, tras desligarse por fin de las drogas, colgarse la medalla de plata europea y protagonizar una de las historias de superación más emotivas de los últimos años, el nuevo y renovado Pablo Pla sueña ahora con poder ayudar a los jóvenes para que no revivan su gran nexo con las drogas y, sobre todo, servirles de ejemplo, ya que, como insiste, la práctica del deporte es la mejor solución para escapar de la drogodependencia.

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