Ya se sabe que España es un país de fútbol y, para algunos, también de baloncesto. Luego hay otros deportes, colectivos o individuales, que más o menos van copando portadas dependiendo del torneo o la gesta realizada. Eso nunca le ha ocurrido al rugby, un deporte que tiene lugares como Madrid, Barcelona o Galicia donde está más implantado, pero ni de lejos lo suficiente como para dejar de ser una práctica amateur y comenzar a pensar en vivir de él.
En la provincia de Valencia la historia es similar aunque encontramos la importante cifra de 16 equipos, muchos de ellos residentes en la capital del Turia pero algunos otros con su cobijo en las localidades de las afueras. Es el caso del Unió Esportiva Rugby Montcada, club nacido en 1969 y en circunstancias más que curiosas: un grupo de jugadores y ex jugadores de rugby, deseosos de poder entrar gratis en la piscina municipal, dio forma a esta entidad deportiva, que desde entonces no ha dejado de luchar sin descanso para asentar este deporte en el municipio.
Y, con los altos y bajos que van experimentando todos los clubes dedicados a este deporte, lo cierto es que en los últimos tiempos su realidad es bastante esperanzadora. De tener el año pasado unas 50 personas entre todos los equipos que conforman el UER han pasado a más del doble, contando con unos 110 practicantes del rugby que lucen los colores rojos y blancos del club.
Divididos en siete equipos (5 de la escuela base, más el Femenino y el Senior), son el fruto de una intensa labor por todos los colegios e institutos de la zona. Buscando la forma de conectar con los más jóvenes para abrirles el apetito por el rugby, mostrándoles todas las virtudes que tiene un deporte que va mucho más allá del simple y mero contacto físico. Y esta iniciativa está funcionando, gracias a que el UER se ‘curra’ el modo más atractivo y dinámico para despertar el interés de los chavales.
Sólo hay que echar un vistazo los miércoles y viernes de 18:00 a 19:30, cuando entrenan las escuelas, o los martes y jueves de 20:00 a 22:00 con las sesiones de trabajo de los seniors masculino y femenino, para comprobar en primera persona el tirón que va teniendo el rugby en Montcada. Y ni tan siquiera la ola de frío, con fuertes vientos y bajísimas temperaturas que está azotando desde hace días la provincia, puede frenar las ganas de practicar y mejorar en este deporte que tienen los más jóvenes del municipio.
Es lo que no cuentan algunas de las fotos realizadas para este reportaje, en una tarde ‘de perros’ en lo climatológico pero plagada de niños y niñas deseosos de jugar al rugby. Atendiendo las órdenes y correcciones de Juan, el entrenador de escuelas y que además lleva la metodología de entrenamiento de todos los equipos. Ilusionados ante la presencia del periodista, disfrutando cada segundo en el césped y posando con orgullo ante la cámara que retrata el instante mientras sopla el viento e incluso cae una fina lluvia que todavía le da más mérito a lo que allí está ocurriendo.
Y si se fijan en la instantánea que preside este reportaje, hay mezcla de chicos y chicas. Ambos compiten en equipos mixtos dentro de la categoría en la que juegan las escuelas y la realidad marca que la presencia femenina cada vez es mayor en el rugby. Pero historias como la de Cristina y sus hijas no abundan, es más, en España no verán nada igual.
¿Quién dijo que el rugby no era para las chicas?
Lo de Cristina Balaguer y el rugby es una historia de amor paralela a la que tiene con José Luis Beltrán, su actual pareja y un hombre ligado al rugby desde los 12 años de edad. Ya metido en labores de árbitro nacional de este deporte, su día a día acabó por involucrar a una Cristina tentada por la magia del balón ovalado.
Ella conocía y había practicado el baloncesto, pero lo del rugby fue un flechazo que ya le tiene siete años disfrutando de su particular ‘relación’ con él dentro del césped. Y bueno, ahora también en los despachos con la presidencia del UER los últimos dos años. Es consciente de lo que cuesta desarrollar el rugby en localidades como Montcada, pero su ilusión puede con cualquier barrera futbolística. “Nos está costando mucha faena, es un pueblo y todos los niños se van al fútbol y aquí cuesta mucho. Hemos hecho una labor importante, hemos ido por colegios durante 3 meses y de tener 20 niños ahora tenemos más de 60 apuntados a la fundación”, explica Cristina.
El presente curso está llenando de orgullo a todo el club como así reconoce su presidenta, cuya ambición no está reñida con saber que todavía queda mucho camino por recorrer en lo que a la implantación del rugby se refiere. “Estamos muy contentos con el club, es un equipo de gente y chavales trabajadores que están estudiando y cuesta llevar el equipo. Estamos en segunda y si no pasa nada queremos subir a primera territorial”, reconoce, destacando que “se está consiguiendo el proyecto que se quería, con el orgullo de todos de subir y de que vean que está saliendo un equipo bien. Hay gente de sobra y es lo que más estamos notando este año”.
Pero junto a Cristina, refugiada del intenso frio y viento que azota el campo de entrenamiento, se sitúan sus dos hijas. La mayor se llama como ella, Cristina -la de la izquierda en la foto- y tiene 18 años, mientras que María -a la derecha- cumple 16 este año. Son familia fuera y dentro del campo, son el claro ejemplo de cómo la pasión por el rugby pasa de madres a hijas. Y las tres han jugado y juegan juntas, y encima cuando toca comida familiar el domingo -siempre que el calendario de partidos lo permite- se les suma Beltrán y su hijo, también ligados al mundo del rugby. “No se habla de otra cosa”, bromean las hijas, quienes gracias a la práctica de este deporte ya llevan 4 años en un complejo deportivo de Cheste. “Estoy muy contenta, está haciendo carrera. Lleva casi 3 años y no lo hace nada mal”, afirma Cristina madre de Cristina hija, quien lleva relativamente poco centrada por completo en el rugby.
No es como María, quien desde muy pequeñita está portando un balón ovalado bajo el brazo. Nada que ver con la gimnasia rítmica que ocupaba sus primeros pasos en el deporte, pero un mundo en el que está teniendo un reconocimiento que ya le ha llevado a recibir una llamada para una convocatoria de la selección española. Tanto ella como su hermana saben que tienen imposible vivir por completo del rugby, pero eso tampoco es malo cuando sí que te puede abrir la puerta a becas deportivas para estudiar y formarse mejor en el extranjero.
Es el sueño de Cristina ‘mamá’, quien no puede esconder la ilusión que le haría ver como el deporte que más ama, ese que le hace maldecir el paso del tiempo –“me arrepiento de cumplir años porque me va alejando del rugby. A mí me gusta jugar, yo nunca lo dejo”-, le otorga un futuro mejor a sus dos hijas. “Espero que lleguen a la selección española por lo menos, pero sobre todo que aprovechen el rugby con becas deportivas para irse a Francia o Inglaterra”.
No es nada descabellado, porque además de los genes para el deporte sus dos hijas han heredado el carácter competitivo que posee Cristina. Ese que, para ‘desgracia’ de sus hijas, le hace chillar desde la grada cuando no puede estar en el césped. “No puedo estar en la grada y estar callada, me pongo chillona”, reconoce entre risas la presidenta del UER mientras sus hijas confiesan que prefieren partirse la cara por ella dentro del césped antes que verla sufrir entre el público.
Desde luego, una preciosa historia no sólo de un rugby que no conoce nada similar, como así reconocen las protagonistas de esta hazaña–“padres e hijos sí, pero madres e hijas no lo he visto nunca”– , sino del deporte en general. Pero otro ejemplo más de que el rugby femenino lleva tiempo siendo una gran realidad, asentándose hasta en las localidades donde ya de por sí cuesta sacar adelante clubes formados solamente por chicos.
En la comarca de L’Horta emerge el Unió Esportiva Rugby Montcada, el único equipo de rugby desde Valencia a Castellón. La opción para todos los chicos y chicas de la zona que quieran conocer la magia de este deporte, considerado desde siempre como una disciplina de caballeros que ahora también es de damas. Ahí están la “mami” Cristina y sus dos hijas dando fe de ello, pero sólo hay que pasarse por La Pelosa una tarde entre semana para contrastar que no son la excepción, que hay muchas más que practican y aprenden el rugby ataviadas con los colores rojos y blancos del UER.