Miriam Martínez, plata en los Juegos: «Me dio un brote en Tokio. Pensaba que no sería capaz ni de lanzar» | Yo soy noticia

Es complicado expresar en unas pocas líneas todo lo que transmite Miriam Martínez cuando cuenta su experiencia en Tokio, esa que le ha cambiado la vida, esa que le ha dado su primera medalla en unos Juegos, pero sobre todo, esa que le ha servido para demostrarse a sí misma que puede más que nunca, que su valor y su coraje están por encima de cualquier éxito profesional.

Cuando uno se sienta delante de la tele a ver el deporte, en general, nunca sabe lo que hay detrás y en este caso detrás de Miriam Martínez había siete días absolutamente desgarradores, que pusieron en jaque su presencia en ese «círculo maravilloso» y que dejaron su salud muy tocada.

«Yo sé que tengo que convivir con mi enfermedad, es mi compañera. Sé lo que hay. Lo que pasa es que esta es una enfermedad particular, que es diferente a una amputación o a un accidente. Es una enfermedad que viene y va y que nunca avisa»

«Hicimos un milagro»

Empieza a relatar los hechos desde el principio, desde la misma ceremonia de inauguración de los Juegos Paralímpicos. «A veces me dicen que siempre cuento la parte buena de todo esto y que también tengo que contar la mala para que todo el mundo lo sepa», explica a Yo Soy Noticia apenas unos días después de conseguir esa medalla de plata en el lanzamiento de peso.

Fue hace algo más de dos años cuando un trastorno autoinmune le provocó un daño cerebral con el que vive actualmente, que le provoca brotes en diferentes momentos, unos brotes que llegan de la noche a la mañana y contra los que nada se puede hacer.

Miriam Martínez: de su pasión por el fútbol sala al deseo de estar en unos Juegos Paralímpicos

«Es una enfermedad que penaliza muchísimo y nos penalizó en Tokio. Nos dio un brote allí y digo nos porque nos da a todos, a mí, a mí equipo y a todo el que me rodea», va diciendo. «Me pasó justo después de la ceremonia de inauguración y nos destrozó todos los planes. Lo cambió todo por completo«.

«Tengo mucho que agradecer al equipo médico que estuvo siempre conmigo, en todo momento. Es increíble que en siete días pasase de estar en la cama sin poder caminar a estar lanzando para una medalla»

«Hicimos un milagro», resume claramente sobre todo lo sucedido durante esos días en la capital nipona. «Fue la perfecta demostración de que da igual las veces que te caigas; hay que levantarse siempre».

Continúa su relato todavía acongojada, asimilando todo. «Me da el brote y lo único que puedo hacer es meterme en la cama. Me dan medicación a más no poder, hago baños de agua congelada. De todo».

«No podía tragar, no podía caminar, no tenía coordinación. Parecía imposible que pudiera lanzar, pero yo solo tenía en la cabeza Tokio, Tokio, Tokio y esa frase de mi padre de ¿’te imaginas un día en unas Olimpiadas’. Me olvidé de todo lo demás, me concentré y lo acabamos consiguiendo».

«Lo volvería a hacer una y mil veces»

El relato es desgarrador. «Me pasé los días haciendo triples sesiones de rehabilitación, tres sesiones de baños helados. Iba del hospital a la cama y de la cama al hospital, sin apenas pisar la villa. Pero también me he preparado y he entrenando para estos momentos. Desde 2018 sé que juego con estas reglas y ahora puedo decir que lo he vuelto a superar«.

Y tiene clara una cosa. «Es algo que merece la pena; lo volvería a hacer una y mil veces si el final fuera el mismo», cuenta antes de explicar que no dijo nada a su familia. «Solamente lo sabía el equipo médico, no quise que se lo contaran a la familia porque quería que solamente me vieran disfrutar. Nadie se enteró de todo lo que pasé allí».

Por eso sabe mejor que nunca esa medalla de plata, porque la recuperación en siete días fue algo mágico pero no total. Y en el momento de la competición tuvo que hacer de tripas corazón para poder sacarla adelante. «Como digo, mi enfermedad no avisa; me pasó siete días antes como me podía haber pasado esa misma mañana. Está claro que cuando pones el cuerpo al límite y te enfrentas a una situación de cambio horario brutal, de un viaje de 30 horas y las altas temperaturas pues es un cóctel peligroso. Mi enfermedad entonces te para».

Y en esas llegó el día de lanzar. «Mira, yo sabía cuál era mi situación, que tenía pocas balas y que el primer lanzamiento era clave», describe recordando esos momentos en el estadio.

«Me frotaba hielo por las piernas para mantenerlas despiertas, tenía los brazos perjudicados, poco equilibrio. Era una lucha constante. No podía ni mirar las marcas, solo miraba al frente, siguiendo las pautas que me marcaron. Me dijeron que cuando no pudiera más que me tirara al suelo»

Faltó el oro… pero llegará

Así fueron los Juegos Paralímpicos de Miriam Martínez, una historia dura con final feliz y regusto amargo por no haber llegado hasta el oro. «Eso lo pensé al final de todo, cuando bajé a la tierra», resume. «Sentí mucha rabia porque entrenando estaba muy bien, lanzando por encima de 10 metros y medio e incluso por encima de los once metros. Cuando vi que el oro se había ganado en once pelados me quedé con la sensación de que podía haber estado ahí, peleando de tú a tú. Hubiese estado cerca seguro porque estábamos soñando muy algo. Pero creo que demostramos muchas cosas con esa medalla de plata».

Para una inconformista como ella, ya tiene ganas de que esa plata se convierta en oro y espera lograrlo antes de los Juegos de París 2024. «Espero conseguirlo el año que viene en el Mundial de Kobe (Japón), que es ya en apenas 8 o 9 meses. Estoy de vacaciones pero ya estoy con ganas de volver a entrenar, ponerme más fuerte y estar en forma. Sé que podemos trazar un buen plan de ruta y sacar la mejor versión de mí».

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